397 AÑOS DE FIESTAS
PATRONALES
COLEGIO SAN BERNARDO –
COLEGIO NACIONAL DE CIENCIAS
Escribe: John S. Acurio Avendaño.
Las órdenes
religiosas, que vinieron
al Perú en
gran número en
el siglo XVI,
fueron las encargadas de
evangelizar y en algunos casos alfabetizar a los pobladores de esta región. Con
los primeros colonizadores llegaron religiosos
dominicos, franciscanos y
mercedarios, poco tiempo después los
agustinos y finalmente
los jesuitas, hacia
1570. Todos ellos,
establecieron misiones y doctrinas
en el Alto
Perú y luego
fundaron conventos de
sus órdenes, en las
ciudades principales.
Antes de
la llegada de
los jesuitas, en
el Cuzco y en todo
el Virreinato, se
contaba con escuelas de Gramática,
para hijos de
españoles, aunque éstas
debían cerrarse con frecuencia por
falta de maestros. Las
escuelas de primeras
letras eran bastante escasas, de
manera que la
juventud crecía sin
que nadie se
ocupara de ella.
Los
religiosos de la Compañía de Jesús, fundaron dos colegios en el Cuzco, el de
San Borja, dedicado a los hijos de caciques y el de San Bernardo para
españoles. El Colegio Real de San Bernardo,
tenía tres ciclos,
uno básico de
primeras letras, otro
intermedio de Gramática
y Humanidades y un
Colegio Mayor fundado
el 31 de
Julio de 1619,
con autorización del Virrey Príncipe de Esquilache. Fue primer
Rector del Colegio Mayor Real de San Bernardo, el Padre
Diego de Torres Vásquez.
En su funcionamiento, era
similar al de
San Martín de Lima,
cursándose Teología,
Jurisprudencia y Artes
luego de la
escuela básica y la
intermedia. El colegio San Bernardo en
sus ciclos básico e intermedio y el seminario de San Antonio Abad, fueron
fundados por el Obispo La Reya en 1598.
Así
es expuesto en el libro Anales del Cuzco (1600 a 1750), donde se declara: “Los
padres de la Compañía de Jesús erigieron este año (1619), y no en el de 1618,
como asegura Gil Gonzáles Dávila, el real colegio de San Bernardo Abad, siendo
provincial el reverendo padre Diego Álvarez de Paz, y rector de este colegio de
la Transfiguración el padre Juan de Frías Terán. Hizose la fundación en unas
casas que para este efecto tenía compradas el colegio grande, y puesto por
primer superior al padre Pedro de Molina. Se dio principio a los estudios con
trece colegiales de becas azules, por el mes de Julio, en virtud de licencia y
orden del Virrey príncipe de Esquilache, por provisión de 1 de Junio, la que
habiéndose presentado por el padre Alonso Fuertes de Herrera, procurador
general de la Compañía, fue obedecida por el Cabildo, justicia y regimiento de
esta ciudad, en 23 de Julio, y mandada asentar en los libros de provisión.
Salieron por primera vez los colegiales al público el día 23 de Julio,
asistiendo a la fiesta del glorioso patriarca San Ignacio de Loyola, con el
Cabildo secular y demás caballeros. Padeció éste por entonces la contradicción
de algunas personas eclesiásticas, por cuyo motivo el mismo príncipe de
Esquilache aprobó de nuevo su fundación y concedióle el título de Colegio Real,
la insignia de la corona y otras mercedes en nombre de su Majestad, por
provisión de 16 de agosto de 1620, la que presentada por el padre Pedro Molina,
rector de dicho colegio, ante D. Nicolás Mendoza de Carvajal, del orden de
Santiago, Corregidor de esta ciudad, en 12 de Febrero de 1621, la obedeció e
hizo intimar al Cabildo, justicia y regimiento en 13 de dicho mes, mandando
pregonarla con chirimías y atabales en los lugares más públicos de esta ciudad,
ante Francisco de la Fuente escribano del Ayuntamiento, que la asentó en los
libros de provisión”.
Uno
de los más preclaros rectores que tuvo el plantel, fue el tacneño Doctor
Ignacio de Castro, pues, en 1778 hizo que la institución, resurgiera, como
antes o con mejores bríos, implantándose una mejor tónica pedagógica y
disciplina, ya que, la rivalidad con el Colegio de San Antonio Abad (más
antiguo) tuvo consecuencias negativas para el Colegio San Bernardo, toda vez
que a fines del siglo XVII, el Seminario fue elevado al rango de Universidad,
culminando con las dispuestas que tuvieron origen no solo en el hecho que el
Colegio San Bernardo tuviera el título de Real, sino que los estudiantes del
Colegio San Bernardo eran calificados por los capitulares cusqueños de
forasteros y advenedizos, porque ciertamente muchos de ellos no eran oriundos
del Cusco, por ello 1664 en presencia del Corregidor, D. Luis Ibáñez de Peralta
y el Provisor y Vicario General D. Antonio de Cartagena, comparecieron, de un
lado el Rector de San Antonio, D. Juan de Cárdenas y del otro, el de San Bernardo,
P. Pedro López Pallarés, ambos pactaron en celebrar un convenio, a fin de que
en adelante se evitasen los alborotos estudiantiles. Uno y otro se obligaron,
primero, a procurar la paz y no permitir que los colegiales llevasen armas en
ningún tiempo y caso de traerlas, se las pudiese quitar; segundo, que no se
había de hacer duelo general (huelga) por el disgusto de un colegial con otro,
sino que, dando cuenta al Rector respectivo, se aplicará la sanción al culpado;
y, tercero, que los expulsados de un colegio no se reciban en el otro.
Producida
la independencia del Perú con la batalla de Ayacucho, el Libertado Simón Bolívar
emprendió su viaje al interior del país, llegando al Cusco el 25 de junio de
1825, emitiendo el decreto de fundación del Cusco, que entre sus disposiciones
se anota que la casa de los extinguidos Jesuitas, incluida su Iglesia, se
emplee en este establecimiento; que los Colegios de San Bernardo y del Sol se reúnan
en dicha casa formando un solo cuerpo; Que las rentas que han poseído los
Betlemitas de esta ciudad, las de los Colegios de San Bernardo y del Sol, la
caja de censos y las temporalidades de este departamento sean aplicadas a la
dotación del nuevo Colegio del Cusco.
Los
primeros meses posteriores al decreto de fundación no se trató sino de la
rutinaria continuación de San Bernardo, a tal extremo que todavía la gente
seguía llamando al plantel con este nombre y aún el “Sol del Cusco”, semanario
oficial, informa el 29 de octubre de 1825 que “Fray Manuel Ayala había
presentado, el 14 de este mes, lucido examen de Aritmética, Algebra, Analogía y
Análisis con alumnos de San Bernardo”, olvidándose que el colegio de este
nombre se extinguió tres meses antes.
Cabe
precisar que el Libertador Simón Bolívar dio al plantel el nombre de Colegio
del Cusco y que el de Ciencias y Artes, adoptado después como denominación
distintiva del establecimiento, se refería solo a la generalización de las
disciplinas de estudio.
Sin
embargo, el 10 de setiembre de 1825 aparece el aviso siguiente: “El 15 de este
se da principio en el Colegio de Ciencias a la enseñanza de la Cátedra de
Religión bajo la dirección del señor D. D. Hermenegildo de la Vega”. Puede o no
considerase esta fecha, 15 de setiembre, como la que es inicio del
funcionamiento del plantel bajo su nueva denominación, lo cierto es que el 18
de agosto de 1825 fue abierto el primer libro de Administración de rentas por
don Francisco Roldán, administrador nombrado dos días antes por el Prefecto
General Agustín Gamarra, y que, con posterioridad, el 23 del mismo mes, entro
en funciones su primer Rector Doctor Miguel de Orosco de brillante y ejemplar
trayectoria humana y cultural, lo sucede D. José Feyjoo, en 1826; espíritu
amante de la libertad, que por defender esta causa, luchó junto a Pumacahua,
otorgándole Bolívar el rectorado del Colegio en el que trabajo con toda
decisión en bien de la educación sureña. Le tocó realizar el traslado del
ruinoso local de San Bernardo al de la Compañía de Jesús.
El
cambio del vetusto local bernardiano a la Sociedad de Artesanos, en la Plaza de
Armas, fue todo un acontecimiento notable en la historia de la vida cusqueña.
Una vez inaugurado, en el local de la Compañía, el plantel inicio una nueva
etapa, que se debió al afán tesonero del Dr. Feyjoo.
A
finales de 1841 el gobierno autoriza la propuesta de traslado del local al
antiguo lugar del Colegio San Buenaventura de la plaza San Francisco, donde funcionaba
el Colegio de Educandas, pero, que se encontraba en estado de receso, por la
turbulenta situación política de entonces.
En
1858 se inicia el rectorado del Dr. Juan Frisancho, concluyendo en 1866, año
del glorioso Combate del Callao, no sin antes haber gestionado el ingreso del
Dr. Serapio Calderón, como catedrático, primer cienciano, que llegó a la
Presidencia de la República.
En
1869, la Comisión Departamental, se preocupó en modificar el funcionamiento del
Colegio Universitario y del Colegio de Ciencias, dándoles a cada cual su
carácter legal y el verdadero papel que desempeñarían en lo posterior, El primero,
de Instrucción Superior y el segundo de media completa, y los cursos
correspondientes a cada año de estudios; distribución de personal, por años,
cursos y horas de dictado, según Decreto Supremo de fecha 9 de julio de 1868,
en el que se incluía las disposiciones pertinentes al acto de matrícula, pago
de derechos y demás normas para la mejor marcha del plantel.
El
Dr. Simón Barrionuevo, asume la dirección en 1877, precisamente en los años más
críticos por el conflicto con Chile (1879). En este episodio de la historia es
de destacar la actitud patriótica de la “Legión Cienciana” que encabezada por
el Director Dr. Barrionuevo, marcha a pelear en los campos de batalla,
engrosando la valiente “Columna del Cusco”.
El
Dr. Barrionuevo, a su vuelta de la campaña se reencarga del rectora del Colegio
Ciencias en 1882, lo acompañan una notable plana docente, entre ellos, Mariano
N. Santos, Mariano Valdeiglesias, Santiago Paredes, Eusebio Carazo, Manuel
Tejada, José L. Calderón, Andrés Velazco, Anselmo Álvarez, Eduardo Corbacho,
Antonio Lorena, José Luis Caparó, R. Oblitas, Leandro Sánchez, Tomás Gonzáles, Juan Pio Quintanilla,
que supieron prestigiar el plantel en críticos momentos nacionales.
De
la memoria del Dr. Barrionuevo se tiene el fragmento siguiente: “No obstante la
deficiencia de rentas, el Colegio cumplirá propagando la enseñanza, porque
entre el ser y no ser, entre la vida y la muerte, es decir entre la
inteligencia y la ignorancia, estará siempre al medio la inquebrantable
voluntad de los profesores”. Y tenía razón, pues fueron ellos los que
mantuvieron abierto el plantel, sin recibir retribución alguna.
En
1907 se hace cargo el Dr. Agustín Whilar, en cuyo periodo se enfatizó
decididamente el redoblar el trabajo y atención especial, a fin que el plantel
alcanzara el prestigio de antaño; logrando su propósito y sirviendo de modelo a
otros planteles, labor en la que colaboró decididamente el maestro cusqueño D.
Pablo de Latorre.
A
comienzos de 1959, el Colegio se traslada al local de la G.U.E. Inca Garcilaso
de la Vega, ubicado en el lugar denominado “Carnavalniyok”, debido al terremoto
de 1950, que dejo el local de la Plaza San Francisco en ruinas, habiendo
funcionado en la Unidad hasta comienzos de 1959.
Por
Resolución Ministerial N° 1771 de fecha 24 de febrero de 1958 fue nombrado
Director el Dr. Manuel E. Cuadros Escobedo, hasta 1960, y precisamente, cuando
él venía ejerciendo el cargo, sonó, después de 8 años de ausencia, la clarinada
de la vuelta al lugar tradicional del nacimiento del Glorioso Ciencias, hecho
que concitó jubilo y alegría de miles de exciencianos. Antes que se concluyera
los trabajos de reconstrucción, por disposición suprema, se procedió al
traslado del local a la Plaza San Francisco, donde, inmediatamente hubo de
iniciarse las labores escolares, correspondientes al año lectivo de 1959.
El
14 de abril de 1959, fue nombrado Director del Colegio Nacional de Ciencias el
Dr. Jenaro Fernández Baca, con el siguiente personal docente: Sócrates Miranda
Terrazas, Juvenal Mendoza Aytel, Constantino Zúñiga Vargas, Miguel Gallegos G.,
Max Galdo Gamio, Justo Cárdenas, César Raguz Verán, César Sánchez Esquivel,
Víctor Segovia Garay, Faustino Baca, Santiago Guillén Covarrubias, Federico
Loayza Cáceres, Manuel J. Espinoza, Darío Silva Chávez, Manuel Muñoz Ochoa,
Rubén Carrillo Pezo, José M. Pérez Ruibal, Aníbal Peralta Aguilar, entre otros.
Como
anuncio imponente a la fecha grandiosa de su inauguración, que se realizó el 17
de abril de 1960, la Fiesta Patronal de 1959 tuvo contornos de singular
alegría, pues esta tradicional fiesta cienciana trae a recuerdo su preclaro
primer origen, como fecunda raíz de su brillante historia que ostenta como institución
de feliz advenimiento, que ha sido fiel a su pasado grandioso y ha respondido
con creces a su prestigio, dando como fecunda cosecha de su enseñanza, hijos de
elevado pensamiento y firme actitud constructiva que han servido a la patria y
a la cultura.
La
gran tarea de reconstrucción del local cienciano se debe a la tesonera e
infatigable labor del ex Diputado por el Cusco Dr. Ricardo V. Campana, quien,
en su perseverante decisión y defensa por el plantel, no desmayó hasta culminar
en su empeñosa gestión parlamentaria, así mismo el ex parlamentario Dr. Atilio
Sivirichi, puso mucho empeño por el acabado de la obra.
La
inauguración oficial del Colegio, se dio el 17 de abril de 1960, constituyendo
todo un gigantesco e imponente acontecimiento en la vida del pueblo cusqueño y
de sus instituciones educativas.
Memorable
desfile de promociones fue la tarde del 16 de abril de 1960, dándose por
primera vez en el Cusco, la participación de autoridades y alumnado de los
diferentes planteles de la ciudad, de las provincias y delegaciones de Lima,
Arequipa, Apurimac, Puno y centenar de expromociones, así como Ministros de
Estado, Embajadores de las cinco republicas que libertó Bolívar,
Parlamentarios, Delegados de los Departamentos del Perú, altas personalidades del
mundo social, intelectual y magisterial.
En
palabras de J. Rafael Calderón Peñaylillo “… porque tan cerca están de nosotros
los testimonios y la versión escrita de los antecedentes del Colegio de
Ciencias, que no ponerlos de manifiesto ahí mismo (…) constituye un olvido de
leso daño al prestigio de la casa que nos dio las bases de nuestros
conocimientos”.
En
efecto, en este pequeño extracto de los
libros “Historia de la Compañía de Jesús en el Perú”, “Historia del Colegio de
Ciencias”, “Anales del Cuzco (1600 a 1750)”, “El burrito Cienciano”, donde se
encuentran los escritos de Max Galdo Gamio,
he querido revalorar la
transcendencia de una de las instituciones educativas más antiguas del
continente, cuyo nombre resuena imperecedero en el tiempo, sobre todo por ser
parte de su legendaria historia, al haber tenido la suerte y el orgullo de ser
cobijado en sus aulas. Que exalumno no podría sentir emoción al recordar los
mejores años de su vida entre el frenesí de los ensayos para el desfiles de
fiestas patrias, o los preparativos para el Huarachicuy, los campeonatos
deportivos y la zozobra al llegar los exámenes finales, donde la angustia y el
contento se mezclaban para dar paso al relajo después de haber aprobado las
materias a fin de año.
La
camaradería y sagacidad eran la constante en los lazos de amistad, para dar
paso a las travesuras, que hoy nos hacen sonreír y disfrutar de momentos
épicos, que recordarnos cada 20 de agosto, fecha de reencuentro y ratificación
de nuestro mística cienciana, al conmemorar a nuestro Santo Patrono San
Bernardo de Claraval (quien falleciera el 20 de agosto de 1153), en él se
consagra la figura religiosa y eclesiástica del siglo XII, árbitro de los
principales conflictos doctrinales y seculares de su tiempo, era un hombre de
acción, que viajaba sin cesar por Europa, combatiendo desviaciones heréticas,
no cesó de denunciar los abusos eclesiásticos y predicó la segunda cruzada.
También fue un reformador, crítico y fundador de órdenes religiosas, defensor
del papado, profundo pensador, teólogo, y escritor.
Canonizado
el 18 de junio de 1174 por Alejandro III, Bernardo de Clairvaux, fue nombrado
doctor de la Iglesia por Pío VIII en 1830.
Durante
la primera mitad del siglo XX, Bernardo se convirtió en una especie de símbolo
de lo que había sido el poder del espíritu en el período de la Cristiandad. En
lo que hace a nuestro siglo, debemos destacar la resonancia alcanzada por la
magnífica obra de Etienne Gilson “La Teología mística de San Bernardo”, uno de
los estudios que mejor han penetrado en la espiritualidad de nuestro santo.
La
figura de San Bernardo emerge hoy con toda la plenitud de un arquetipo
fascinante. Su capacidad de asimilación de las doctrinas antiguas, para
traducirlas enseguida en su lenguaje claro, lo hace legible y admirable para
todas las épocas. Y la nuestra, que está en busca de la unidad.
“Tradicional
y patrístico (escribe Leclercq), Bernardo es, al mismo tiempo, plenamente
medieval. Es ya moderno o, más exactamente, es de todos los tiempos, porque
satisface lo que hay en el hombre de más universal: la necesidad de elevarse
por encima de sí mismo, para comulgar en una belleza que lo trasciende”.