viernes, 19 de agosto de 2016

397 AÑOS DE FIESTAS PATRONALES
COLEGIO SAN BERNARDO – COLEGIO NACIONAL DE CIENCIAS

Escribe: John S.  Acurio Avendaño.

Las  órdenes  religiosas,  que  vinieron  al  Perú  en  gran  número  en  el  siglo  XVI,  fueron  las encargadas de evangelizar y en algunos casos alfabetizar a los pobladores de esta región. Con los primeros colonizadores  llegaron  religiosos  dominicos,  franciscanos  y  mercedarios,  poco  tiempo después  los  agustinos  y  finalmente  los  jesuitas,  hacia  1570.    Todos  ellos,  establecieron misiones  y  doctrinas  en  el  Alto  Perú  y  luego  fundaron  conventos  de  sus  órdenes,  en  las ciudades  principales.
Antes  de  la  llegada  de  los  jesuitas,  en  el  Cuzco  y  en  todo  el  Virreinato,  se  contaba  con escuelas  de  Gramática,  para  hijos  de  españoles,  aunque    éstas  debían  cerrarse  con frecuencia  por  falta  de  maestros. Las  escuelas  de  primeras  letras  eran bastante  escasas, de  manera  que  la  juventud  crecía  sin  que  nadie  se  ocupara  de  ella. 
Los religiosos de la Compañía de Jesús, fundaron dos colegios en el Cuzco, el de San Borja, dedicado a los hijos de caciques y el de San Bernardo para españoles. El Colegio Real de San Bernardo,  tenía  tres  ciclos,  uno  básico  de  primeras  letras,  otro  intermedio  de  Gramática  y Humanidades  y  un  Colegio  Mayor  fundado  el  31  de  Julio  de  1619,  con  autorización  del Virrey Príncipe de Esquilache.  Fue  primer Rector del Colegio Mayor Real de San Bernardo, el  Padre  Diego  de  Torres  Vásquez.    En  su  funcionamiento,  era  similar  al  de  San  Martín  de Lima,   cursándose   Teología, Jurisprudencia   y   Artes   luego   de   la   escuela   básica   y   la intermedia.  El colegio San Bernardo en sus ciclos básico e intermedio y el seminario de San Antonio Abad, fueron fundados por el Obispo La Reya en 1598. 
Así es expuesto en el libro Anales del Cuzco (1600 a 1750), donde se declara: “Los padres de la Compañía de Jesús erigieron este año (1619), y no en el de 1618, como asegura Gil Gonzáles Dávila, el real colegio de San Bernardo Abad, siendo provincial el reverendo padre Diego Álvarez de Paz, y rector de este colegio de la Transfiguración el padre Juan de Frías Terán. Hizose la fundación en unas casas que para este efecto tenía compradas el colegio grande, y puesto por primer superior al padre Pedro de Molina. Se dio principio a los estudios con trece colegiales de becas azules, por el mes de Julio, en virtud de licencia y orden del Virrey príncipe de Esquilache, por provisión de 1 de Junio, la que habiéndose presentado por el padre Alonso Fuertes de Herrera, procurador general de la Compañía, fue obedecida por el Cabildo, justicia y regimiento de esta ciudad, en 23 de Julio, y mandada asentar en los libros de provisión. Salieron por primera vez los colegiales al público el día 23 de Julio, asistiendo a la fiesta del glorioso patriarca San Ignacio de Loyola, con el Cabildo secular y demás caballeros. Padeció éste por entonces la contradicción de algunas personas eclesiásticas, por cuyo motivo el mismo príncipe de Esquilache aprobó de nuevo su fundación y concedióle el título de Colegio Real, la insignia de la corona y otras mercedes en nombre de su Majestad, por provisión de 16 de agosto de 1620, la que presentada por el padre Pedro Molina, rector de dicho colegio, ante D. Nicolás Mendoza de Carvajal, del orden de Santiago, Corregidor de esta ciudad, en 12 de Febrero de 1621, la obedeció e hizo intimar al Cabildo, justicia y regimiento en 13 de dicho mes, mandando pregonarla con chirimías y atabales en los lugares más públicos de esta ciudad, ante Francisco de la Fuente escribano del Ayuntamiento, que la asentó en los libros de provisión”.
Uno de los más preclaros rectores que tuvo el plantel, fue el tacneño Doctor Ignacio de Castro, pues, en 1778 hizo que la institución, resurgiera, como antes o con mejores bríos, implantándose una mejor tónica pedagógica y disciplina, ya que, la rivalidad con el Colegio de San Antonio Abad (más antiguo) tuvo consecuencias negativas para el Colegio San Bernardo, toda vez que a fines del siglo XVII, el Seminario fue elevado al rango de Universidad, culminando con las dispuestas que tuvieron origen no solo en el hecho que el Colegio San Bernardo tuviera el título de Real, sino que los estudiantes del Colegio San Bernardo eran calificados por los capitulares cusqueños de forasteros y advenedizos, porque ciertamente muchos de ellos no eran oriundos del Cusco, por ello 1664 en presencia del Corregidor, D. Luis Ibáñez de Peralta y el Provisor y Vicario General D. Antonio de Cartagena, comparecieron, de un lado el Rector de San Antonio, D. Juan de Cárdenas y del otro, el de San Bernardo, P. Pedro López Pallarés, ambos pactaron en celebrar un convenio, a fin de que en adelante se evitasen los alborotos estudiantiles. Uno y otro se obligaron, primero, a procurar la paz y no permitir que los colegiales llevasen armas en ningún tiempo y caso de traerlas, se las pudiese quitar; segundo, que no se había de hacer duelo general (huelga) por el disgusto de un colegial con otro, sino que, dando cuenta al Rector respectivo, se aplicará la sanción al culpado; y, tercero, que los expulsados de un colegio no se reciban en el otro.
Producida la independencia del Perú con la batalla de Ayacucho, el Libertado Simón Bolívar emprendió su viaje al interior del país, llegando al Cusco el 25 de junio de 1825, emitiendo el decreto de fundación del Cusco, que entre sus disposiciones se anota que la casa de los extinguidos Jesuitas, incluida su Iglesia, se emplee en este establecimiento; que los Colegios de San Bernardo y del Sol se reúnan en dicha casa formando un solo cuerpo; Que las rentas que han poseído los Betlemitas de esta ciudad, las de los Colegios de San Bernardo y del Sol, la caja de censos y las temporalidades de este departamento sean aplicadas a la dotación del nuevo Colegio del Cusco.
Los primeros meses posteriores al decreto de fundación no se trató sino de la rutinaria continuación de San Bernardo, a tal extremo que todavía la gente seguía llamando al plantel con este nombre y aún el “Sol del Cusco”, semanario oficial, informa el 29 de octubre de 1825 que “Fray Manuel Ayala había presentado, el 14 de este mes, lucido examen de Aritmética, Algebra, Analogía y Análisis con alumnos de San Bernardo”, olvidándose que el colegio de este nombre se extinguió tres meses antes.
Cabe precisar que el Libertador Simón Bolívar dio al plantel el nombre de Colegio del Cusco y que el de Ciencias y Artes, adoptado después como denominación distintiva del establecimiento, se refería solo a la generalización de las disciplinas de estudio.
Sin embargo, el 10 de setiembre de 1825 aparece el aviso siguiente: “El 15 de este se da principio en el Colegio de Ciencias a la enseñanza de la Cátedra de Religión bajo la dirección del señor D. D. Hermenegildo de la Vega”. Puede o no considerase esta fecha, 15 de setiembre, como la que es inicio del funcionamiento del plantel bajo su nueva denominación, lo cierto es que el 18 de agosto de 1825 fue abierto el primer libro de Administración de rentas por don Francisco Roldán, administrador nombrado dos días antes por el Prefecto General Agustín Gamarra, y que, con posterioridad, el 23 del mismo mes, entro en funciones su primer Rector Doctor Miguel de Orosco de brillante y ejemplar trayectoria humana y cultural, lo sucede D. José Feyjoo, en 1826; espíritu amante de la libertad, que por defender esta causa, luchó junto a Pumacahua, otorgándole Bolívar el rectorado del Colegio en el que trabajo con toda decisión en bien de la educación sureña. Le tocó realizar el traslado del ruinoso local de San Bernardo al de la Compañía de Jesús.
El cambio del vetusto local bernardiano a la Sociedad de Artesanos, en la Plaza de Armas, fue todo un acontecimiento notable en la historia de la vida cusqueña. Una vez inaugurado, en el local de la Compañía, el plantel inicio una nueva etapa, que se debió al afán tesonero del Dr. Feyjoo.
A finales de 1841 el gobierno autoriza la propuesta de traslado del local al antiguo lugar del Colegio San Buenaventura de la plaza San Francisco, donde funcionaba el Colegio de Educandas, pero, que se encontraba en estado de receso, por la turbulenta situación política de entonces.
En 1858 se inicia el rectorado del Dr. Juan Frisancho, concluyendo en 1866, año del glorioso Combate del Callao, no sin antes haber gestionado el ingreso del Dr. Serapio Calderón, como catedrático, primer cienciano, que llegó a la Presidencia de la República.
En 1869, la Comisión Departamental, se preocupó en modificar el funcionamiento del Colegio Universitario y del Colegio de Ciencias, dándoles a cada cual su carácter legal y el verdadero papel que desempeñarían en lo posterior, El primero, de Instrucción Superior y el segundo de media completa, y los cursos correspondientes a cada año de estudios; distribución de personal, por años, cursos y horas de dictado, según Decreto Supremo de fecha 9 de julio de 1868, en el que se incluía las disposiciones pertinentes al acto de matrícula, pago de derechos y demás normas para la mejor marcha del plantel.
El Dr. Simón Barrionuevo, asume la dirección en 1877, precisamente en los años más críticos por el conflicto con Chile (1879). En este episodio de la historia es de destacar la actitud patriótica de la “Legión Cienciana” que encabezada por el Director Dr. Barrionuevo, marcha a pelear en los campos de batalla, engrosando la valiente “Columna del Cusco”.
El Dr. Barrionuevo, a su vuelta de la campaña se reencarga del rectora del Colegio Ciencias en 1882, lo acompañan una notable plana docente, entre ellos, Mariano N. Santos, Mariano Valdeiglesias, Santiago Paredes, Eusebio Carazo, Manuel Tejada, José L. Calderón, Andrés Velazco, Anselmo Álvarez, Eduardo Corbacho, Antonio Lorena, José Luis Caparó, R. Oblitas, Leandro  Sánchez, Tomás Gonzáles, Juan Pio Quintanilla, que supieron prestigiar el plantel en críticos momentos nacionales.
De la memoria del Dr. Barrionuevo se tiene el fragmento siguiente: “No obstante la deficiencia de rentas, el Colegio cumplirá propagando la enseñanza, porque entre el ser y no ser, entre la vida y la muerte, es decir entre la inteligencia y la ignorancia, estará siempre al medio la inquebrantable voluntad de los profesores”. Y tenía razón, pues fueron ellos los que mantuvieron abierto el plantel, sin recibir retribución alguna.
En 1907 se hace cargo el Dr. Agustín Whilar, en cuyo periodo se enfatizó decididamente el redoblar el trabajo y atención especial, a fin que el plantel alcanzara el prestigio de antaño; logrando su propósito y sirviendo de modelo a otros planteles, labor en la que colaboró decididamente el maestro cusqueño D. Pablo de Latorre.
A comienzos de 1959, el Colegio se traslada al local de la G.U.E. Inca Garcilaso de la Vega, ubicado en el lugar denominado “Carnavalniyok”, debido al terremoto de 1950, que dejo el local de la Plaza San Francisco en ruinas, habiendo funcionado en la Unidad hasta comienzos de 1959.
Por Resolución Ministerial N° 1771 de fecha 24 de febrero de 1958 fue nombrado Director el Dr. Manuel E. Cuadros Escobedo, hasta 1960, y precisamente, cuando él venía ejerciendo el cargo, sonó, después de 8 años de ausencia, la clarinada de la vuelta al lugar tradicional del nacimiento del Glorioso Ciencias, hecho que concitó jubilo y alegría de miles de exciencianos. Antes que se concluyera los trabajos de reconstrucción, por disposición suprema, se procedió al traslado del local a la Plaza San Francisco, donde, inmediatamente hubo de iniciarse las labores escolares, correspondientes al año lectivo de 1959.
El 14 de abril de 1959, fue nombrado Director del Colegio Nacional de Ciencias el Dr. Jenaro Fernández Baca, con el siguiente personal docente: Sócrates Miranda Terrazas, Juvenal Mendoza Aytel, Constantino Zúñiga Vargas, Miguel Gallegos G., Max Galdo Gamio, Justo Cárdenas, César Raguz Verán, César Sánchez Esquivel, Víctor Segovia Garay, Faustino Baca, Santiago Guillén Covarrubias, Federico Loayza Cáceres, Manuel J. Espinoza, Darío Silva Chávez, Manuel Muñoz Ochoa, Rubén Carrillo Pezo, José M. Pérez Ruibal, Aníbal Peralta Aguilar, entre otros.
Como anuncio imponente a la fecha grandiosa de su inauguración, que se realizó el 17 de abril de 1960, la Fiesta Patronal de 1959 tuvo contornos de singular alegría, pues esta tradicional fiesta cienciana trae a recuerdo su preclaro primer origen, como fecunda raíz de su brillante historia que ostenta como institución de feliz advenimiento, que ha sido fiel a su pasado grandioso y ha respondido con creces a su prestigio, dando como fecunda cosecha de su enseñanza, hijos de elevado pensamiento y firme actitud constructiva que han servido a la patria y a la cultura.
La gran tarea de reconstrucción del local cienciano se debe a la tesonera e infatigable labor del ex Diputado por el Cusco Dr. Ricardo V. Campana, quien, en su perseverante decisión y defensa por el plantel, no desmayó hasta culminar en su empeñosa gestión parlamentaria, así mismo el ex parlamentario Dr. Atilio Sivirichi, puso mucho empeño por el acabado de la obra.
La inauguración oficial del Colegio, se dio el 17 de abril de 1960, constituyendo todo un gigantesco e imponente acontecimiento en la vida del pueblo cusqueño y de sus instituciones educativas.
Memorable desfile de promociones fue la tarde del 16 de abril de 1960, dándose por primera vez en el Cusco, la participación de autoridades y alumnado de los diferentes planteles de la ciudad, de las provincias y delegaciones de Lima, Arequipa, Apurimac, Puno y centenar de expromociones, así como Ministros de Estado, Embajadores de las cinco republicas que libertó Bolívar, Parlamentarios, Delegados de los Departamentos del Perú, altas personalidades del mundo social, intelectual y magisterial.
En palabras de J. Rafael Calderón Peñaylillo “… porque tan cerca están de nosotros los testimonios y la versión escrita de los antecedentes del Colegio de Ciencias, que no ponerlos de manifiesto ahí mismo (…) constituye un olvido de leso daño al prestigio de la casa que nos dio las bases de nuestros conocimientos”.
En efecto, en este pequeño extracto  de los libros “Historia de la Compañía de Jesús en el Perú”, “Historia del Colegio de Ciencias”, “Anales del Cuzco (1600 a 1750)”, “El burrito Cienciano”, donde se encuentran los escritos de Max Galdo Gamio,  he querido revalorar  la transcendencia de una de las instituciones educativas más antiguas del continente, cuyo nombre resuena imperecedero en el tiempo, sobre todo por ser parte de su legendaria historia, al haber tenido la suerte y el orgullo de ser cobijado en sus aulas. Que exalumno no podría sentir emoción al recordar los mejores años de su vida entre el frenesí de los ensayos para el desfiles de fiestas patrias, o los preparativos para el Huarachicuy, los campeonatos deportivos y la zozobra al llegar los exámenes finales, donde la angustia y el contento se mezclaban para dar paso al relajo después de haber aprobado las materias a fin de año.
La camaradería y sagacidad eran la constante en los lazos de amistad, para dar paso a las travesuras, que hoy nos hacen sonreír y disfrutar de momentos épicos, que recordarnos cada 20 de agosto, fecha de reencuentro y ratificación de nuestro mística cienciana, al conmemorar a nuestro Santo Patrono San Bernardo de Claraval (quien falleciera el 20 de agosto de 1153), en él se consagra la figura religiosa y eclesiástica del siglo XII, árbitro de los principales conflictos doctrinales y seculares de su tiempo, era un hombre de acción, que viajaba sin cesar por Europa, combatiendo desviaciones heréticas, no cesó de denunciar los abusos eclesiásticos y predicó la segunda cruzada. También fue un reformador, crítico y fundador de órdenes religiosas, defensor del papado, profundo pensador, teólogo, y escritor.
Canonizado el 18 de junio de 1174 por Alejandro III, Bernardo de Clairvaux, fue nombrado doctor de la Iglesia por Pío VIII en 1830.
Durante la primera mitad del siglo XX, Bernardo se convirtió en una especie de símbolo de lo que había sido el poder del espíritu en el período de la Cristiandad. En lo que hace a nuestro siglo, debemos destacar la resonancia alcanzada por la magnífica obra de Etienne Gilson “La Teología mística de San Bernardo”, uno de los estudios que mejor han penetrado en la espiritualidad de nuestro santo.
La figura de San Bernardo emerge hoy con toda la plenitud de un arquetipo fascinante. Su capacidad de asimilación de las doctrinas antiguas, para traducirlas enseguida en su lenguaje claro, lo hace legible y admirable para todas las épocas. Y la nuestra, que está en busca de la unidad.

“Tradicional y patrístico (escribe Leclercq), Bernardo es, al mismo tiempo, plenamente medieval. Es ya moderno o, más exactamente, es de todos los tiempos, porque satisface lo que hay en el hombre de más universal: la necesidad de elevarse por encima de sí mismo, para comulgar en una belleza que lo trasciende”.

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